Taneda Santôka, y aunque nadie lo conozca, es probablemente uno de los mejores poetas que haya dado la literatura universal; lo digo sin más, así, como se dice cualquier cosa, y mi mano no tiembla al escribirlo.
Ciertamente yo tampoco lo conocía. De hecho el primer libro que tengo de él «Saborear el agua» traducido por el gran niponólogo Vicente Haya llegó mis manos justo la primera vez que publiqué este post en entelequia… No es que lo mío sea el misticismo oriental y esas cosas, pero en realidad el haiku de Santôka, y el haiku en general merecen todo mi respeto y mi total asombro por esta forma poética totalmente extraordinaria; y es que claro, el haiku no tiene nada de místico…
Antes de leer un haiku hay que saber qué es un haiku. Un haiku es poesía pero no es literatura. Si interpretamos el haiku como literatura no vamos a entender nada, porque el haiku no tiene nada que explicar. No se puede entender lo que no se explica. Con esto no estoy haciendo misticismo barato, estoy explicando lo que es… Piensa en una fotografía ¿qué quiere decir el fotógrafo con esa fotografía? Probablemente nada, probablemente sólo es algo que vio y que le gustó o le llamó la atención y pensó: «que buena foto me daba esto». Xacó su cámara y disparó… y ahora ha llegado hasta ti esta fotografía que no significa nada, no hay nada que entender, no explica nada, simplemente es una imagen.
Si quisiéramos ser más precisos y debemos serlo, porque el haiku es un ejercicio de máxima precisión. No hay sólo una imagen en esta estrofa; lo que hay, propiamente, es un momento, en su sentido más preciso, «un aquí y ahora». El haiku es la fotografía de un momento.
Poca gente cuando ve la fotografía de la flor de una camelia en un charco de agua (pongo este ejemplo porque yo había hecho esta foto) dice: «vale, una camelia ¿y…?» No, simplemente dirán, «mira que foto, es meláncólica» o quizás «No me gusta la luminosidad…, o el enfoque» pero nadie dice «vale, una camelia ¿y…?» simplemente porque la gente no espera que una fotografía sea nada más que una imagen; pero si yo coloco el haiku de Yosa Busón (traducción de Justino Rodriguez):
La camelia en el suelo
ha vaciado de ayer
el aguacero.
Mucha gente preguntará, «Bueno si, una camelia en el suelo, ¿y…?» quizá esperando que exista algún transfondo místico, pero ya hemos dicho un haiku no es más que una imagen, no hay nada detrás, es la fotografía de un momento.
En lugar de los pixeles de las cámaras digitales, tendremos las letras y las palabras. No es fácil «ver» el haiku. En este caso y para mi, fue muy fácil. Cuando leí este haiku de Buson vino a mi como al pulsar el texto de un enlace la foto que tiempo atrás había hecho. En mi imagen el suelo es el empedrado de la casa de mi abuela, brillante todavía por la lluvia, la camelia es blanca, está casi entera pero hay algúnos pétalos que se han esparcido; mi imagen es también esa sensación… No sé porqué me fijé en esa flor, me pareció una buena foto. Parece ser que a Yosa Buson le asombró igualmente, la diferencia conmigo es que yo no era un haijin, Busón sí lo era.
Dicho esto, volvemos a nuestro autor; la vida de Taneda Santôka (1882-1940) no fue propiamente un camino de rosas pero sin duda fue un camino, o mejor dicho, un caminar (dicho literalmente).
Todo empezó con el suicidio de su madre:
«Mi madre no puede ser culpada. Nadie puede serlo. Si se ha de culpar a alguien, se tiene que culpar a todos. Es la condición humana a la que se tiene que culpar. Oh mi madre! que recuerdo. Si escribiese una autobiografía tendría que comenzar de este modo: Los infortunios de mi familia comenzaron con el suicidio de mi madre»
Su padre era un mujeriego y por eso su madre se suicidó. La muerte de su madre consternó de tal forma al joven Shôichi Taneda (su auténtico nombre) que se volvió alcohólico e inconstante. Su alcoholismo le impidió terminar la carrera de literatura y conservar cualquier medio de vida. Durante un tiempo pudo vivir de las empresas de su familia. El padre de Santôka le concertó un matrimonio con Sato Sakino, con quien tendrá un hijo. Debido a los problemas de Taneda (decía que la visión de la muerte de su madre había afectado a su trato con las mujeres) no fue un matrimonio feliz y terminó en divorcio.
Taneda tuvo la suerte de empezar a escribir haikus bajo la tutela de Ogiwara Seisensui, uno de los mejores haijin (poeta del haiku) de su época, allí se formó en el estilo libre del haiku. Pero la mala fortuna que acompañaba a Taneda regresará posteriormente. Las empresas de su familia se arruinaron y el joven poeta tuvo que marchar a Japón para buscar trabajo; aunque como hemos dicho ningún trabajo le duraba lo suficiente… Se hizo bibliotecario pero, como es de adivinar, tampoco aguantó.
Taneda iba de borrachera en borrachera, de conflicto en conflicto, incluso llegó a ser encarcelado alguna vez. El vaso se colmó cuando en 1924 decide suicidarse arrojándose al tren…
En mi opinión Taneda tuvo buena suerte. Él buscaba su destrucción desde la muerte de su madre, pero su karma («es el karma, Taneda» le decía su abuela como justificación de su mala suerte) realmente su buen karma lo salvó. El fallido intento de suicidio de Taneda fue observado por un monje Zen que lo acogió. Desde entonces Santôka se hizo monje y estuvo caminando, literalmente vagabundeando, el resto de su vida.
Se me hace estremadamente dificil, nunca lo ha sido tanto, escoger algún poema. De Santôka hay que aceptarlo todo o quedarse mejor sin conocerlo, no lo puedo explicar, lo siento… Los momentos de toda su vida están en sus haikus, y sus haikus son momentos de su vida, ahi están guardados (lo máximo que con palabras se puede guardar un momento, tanto que al leerlos se hacen presentes de una forma auténtica, como si fueran un espíritu que se nos aparece del pasado y que nos conmociona).
¿Qué momento de su vida escojo para que lo disfrutéis? Que vanalidad la poesía que sirve para el disfrute de otros… Me niego a poner ningún haiku que sea demasiado sensible, que desnude sus miserias ante desconocidos, no quiero que nadie pueda decir «vaya mierda de poema» (demostrando así mismo su incultura) cuando ahi está, de la forma más auténtica posible, la triste vida de un hombre destrozado por la enfermedad, quien quiera disfrutar de su poesía que conozca su vida entera (hay un breve estudio de Carlos Fleitas en formato doc, y en html) pero os lo advierto, también sufrirá…
Sólo pondré dos pequeños versos de toda su obra. Sólo un haiku, el haiku de Santôka no sigue el convencionalismo formal de 5/7/5, busca su esencia más pura; es un haiku que a mi me gusta. Se trata de la imagen (el momento) de Taneda sentado en la playa al atardecer, cuando el sol se mueve más perceptiblemente porque se está marchando, y que espero haya sido el resumen de su vida, porque es un poema esperanzador (la traducción que pongo es de Vicente Haya, espero que con su permiso):
なげだしてまだ陽のある脚
Nagedashite mada hi no aru ashi«Estirando las piernas
todavía hay sol»