El viejo y el mar

 

El viejo y el mar

Estilo

Lenguaje sencillo con pocos alardes pero capaz de mostrar la situación con unas simples pinceladas. Sin hablerlo examinado a conciencia diría que prefiere usar un estilo directo, lo cual facilita su aproximación desde fuera. Poca adjetivación y mucha precisión en su lenguaje que, en ocasiones, es muy técnico.

Pero soltó cabo del arpón de la bita, lo pasó por las agallas del pez y lo sacó por la boca, le dio una vuelta en torno a la espada, luego pasó el cabo por la otra agalla, dio otra vuelta alrededor del pico, ató el lazo y afirmó el cabo a la bita de proa. Después cortó el cabo y fue a popa a atar la cola. El pez había pasado de ser purpúreo y plateado a ser solo plateado y las franjas eran ahora del mismo color violeta que la cola. Medían más de un palmo y sus ojos parecían tan indiferentes como los espejos de un periscopio o un santo en una procesión.

Hemingway nos habla de un mundo que conoce muy bien, la pesca, el béisbol, el compadreo entre los hombres. Es un libro que se lee fácilmente. El autor usa recursos que domina a la perfección y los explota al máximo, su estilo directo, el uso abrumador del diálogo, y eso que su protagonista está solo la mayor parte del tiempo.

Lo que me interesa de esta obra es la capacidad que tiene de manipular al lector, hacerle ocultarle cosas esenciales y hacerle ver lo que quiere que se vea y ocultar lo que no le interesa enseñar. Es capaz de hacernos sentir afecto por alguien que es más oscuro de lo que parece

Ambientación

Con este lenguaje es capaz de ambientar muy bien las situaciones. Son contextos que podemos imaginar con facilidad, con mucha capacidad inmersiva:

En la oscuridad, el viejo sentía la proximidad de la mañana y mientras remaba escuchaba el tembloroso sonido de los peces voladores al salir del agua y el siseo que hacían sus alas rígidas al surcar el aire en la penumbra. Le gustaban mucho los peces voladores, pues eran sus mejores amigos en el océano.

Personajes

Santiago

El anciano se nos presenta como una persona vulnerable que no tiene apenas qué comer, sin duda una estrategia para obligarnos a empatizar con él. En realidad vemos que Santiago no tiene nada de vulnerable, lo vemos claramente en su fuerza, resistencia y testarudez, es capaz de aguantar, con la mano agarrotada, el pulso con el marlín, no tiene miedo a morir, y dispone de recursos de supervivencia, come cuando va a necesitar las fuerzas.

Vamos, pensó mirando el agua oscura y la inclinación del sedal. Come y así la mano cogerá fuerzas. Ella no tiene la culpa y llevas ya muchas horas con el pez. Pero no seguirás con él eternamente. Cómete el bonito.

Cogió un trozo, se lo llevó a la boca y lo masticó despacio. No era desagradable.

No sabemos muy bien su historia ni porqué ha llegado a esta situación de pobreza y aislamiento. Pero podemos llegar imaginar algunas cosas. En algún momento se nos dice que ya no sueña con su esposa, por lo que imaginamos que estuvo casado, aunque no se habla mucho de ella. Tampoco sabemos si tuvo hijos.

Siendo tan diestro con la pesca no tiene qué comer. Se nos dice que lleva más de 84 días sin hacer una captura y que es una cuestión de mala suerte. La verdad es que es sorprendente este dato, es un ciclo que se repite, la otra vez tras 87 días pescó peces grandes a diario durante una semana. ¿Qué es lo que motiva a Santiago? Se nos presenta como un hombre viejo, lleno de arrugas todo en el era viejo menos sus ojos se dice. Podría esperarse que Santiago, ya a su edad y estando solo, se conformaría con capturas menores, pero no es lo que hace, incluso a costa de renunciar a una cierta estabilidad en las capturas, incrementando así su pobreza.

El viejo había visto muchos peces grandes. Había visto algunos que pesaban más de cuatrocientos kilos y había pescado dos, pero nunca es tando solo. Ahora, solo y lejos de tierra, estaba atado al pez más grande que había visto en su vida y cuyo tamaño era mayor de lo había que oído contar jamás, y su mano seguía tan rígida como las garras cerradas de un águila.

Recuerdo que las ancianas de Vilaxoán se quejaban de que antes, para comer, simplemente bajaban a la playa a por berberecho, y lo preparaban con un poco de arroz, ahora eso ya no se puede hacer. Los pueblos marineros son trabajadores, es una vida dura, pero; si pueden faenar, no pasaban hambre, al menos no como la gente que vive de la tierra, que aunque trabajen pueden perderlo todo. Santiago pasa hambre porque no le interesa comer, para él comer es simplemente algo necesario para resistir. Él no sabe contentarse con pescar lo que pescan los demás, él tiene que ser el mejor, pescar el pez más grande, cueste lo que cueste. Su lucha no es por la supervivencia, eso no le interesa, no le importa morir, lo que le importa es la ganar, competir, ser el mejor.

No has matado al pez solo para seguir con vida y venderlo como alimento, pensó. Lo has matado por orgullo y porque eres pescador. Lo amabas cuando estaba con vida y lo amas ahora. Y, si lo amabas, ¿no es pecado haberlo matado? ¿O será algo peor?

Cuando menos es curioso que confunda en respeto con el amor, me parece incluso perturbador que él crea sinceramente que se puede matar a algo que se ama y que tenga esa visión de su función en el mundo, mata porque es lo que debe hacer:

–El pez también es mi amigo —dijo en voz alta—. Nunca he visto ni oído hablar de un pez así. Pero tengo que matarlo. Me alegro de que no tengamos que intentar matar a las estrellas.

Imagínate que cada día tuviéramos que tratar de matar a la luna, pensó. La luna se escapa. O imagina que tuviésemos que tratar de matar al sol. Hemos nacido con suerte, pensó. […] No entiendo de estas cosas, pensó. Pero es bueno que no tengamos que tratar de matar al sol o la luna o las estrellas. Basta con vivir en el mar y matar a nuestros auténticos hermanos.

Manolito

Admira a Santiago. Sus padres no le dejan ir a pescar con él, cosa que no puede sorprenderemos mucho, pues el chico seguiría a Santiago a sus delirios, con riesgo evidente de su vida. Ojalá el chico estuviera aquí dice mientras se encuentra en medio de la nada, y sin saber si va a poder volver a puerto. No le llama ni por su nombre.

Los demás hombres

Hay una relación de compadreo distante con Santiago, al menos por parte de los marineros viejos, lo respetan, e incluso le dan de comer, y al final colaboran en su busca. No hay señales de cariño, pero sí de respeto, es el lenguaje de la competición, del béisbol. Por otro lado, los jóvenes lo tratan como un loco y se ríen de él.

La ausencia de mujeres

Lo femenino no está del todo ausente. Cómo hemos visto se habla de la mujer de Santiago para decirnos que ya no sueña con ella. Y hay una turista al final de la novela que se sorprende de la imagen del pez en el barco de Santiago.

Santiago trata a la mar como a una mujer pero lo hace con este tipo de justificación:

Algunos pescadores más jóvenes, los que utilizaban boyas para los sedales y tenían botes a motor, comprados cuando los hígados de tiburón se pagaban a buen precio, lo llamaban el mar, en masculino. Y hablaban de él como un rival, o un lugar, o incluso un enemigo. Pero el viejo siempre se refería a él en femenino y como algo que concedía o rehusaba grandes favores y que si hacía cosas malvadas y violentas era porque no podía evitarlo. La luna le afecta igual que a las mujeres, pensó.

Se vuelve a hablar de lo femenino más adelante:

Recordó la ocasión en que había pescado la hembra de una pareja de marlines. El macho deja siempre que la hembra se alimente primero y el pez que había enganchado, la hembra, ofreció una batalla violenta, desesperada y aterrorizada que no tardó en dejarla exhausta. El macho se había quedado con ella todo el tiempo, pasando por en cima del sedal y dando vueltas en torno a ella en la superficie. Se había acercado tanto que el viejo temió que pudiera cortar el sedal con la cola, que era afilada como una guadaña y casi de la misma forma y tamaño. Cuando el viejo la enganchó con el bichero, la golpeó sujetando el áspero pico en forma de estoque, le aporreó la cabeza hasta que se volvió casi del color del azogue, y luego, con la ayuda del chico, la izó a bordo, el macho se había quedado al costado del bote.

Los peces

Santiago habla con los animales. A algunos de ellos los respeta y los considera sus amigos. Esto hace que nos caiga bien. Está claro que un pecador vive de matar peces, pero él reconoce su fuerza. No obstante no respeta a algunos tipos de tiburones, y disfruta matándolos.

La verdad es que la sensación que nos queda, una vez revisada la novela es que por mucho respeto, y por mucha pericia de pescador, lo que hace Santiago es una masacre, para nada, al final ha matado a grandes peces dejando simplemente un reguero de sangre.

Tema

Se enmarca dentro de una tradición de heroísmos y de un relato épico, siempre desde un punto de vista masculino de competitividad por ver quién pesca el pez más grande, es una cuestión de orgullo, simplemente porque sí, con ese transfondo de béisbol como referencia. Ganar en apuestas de pulso.

La lucha cueste lo que cueste por un objetivo puede servir como alegoría de consecución de proyectos, la paciencia, la preparación, la pericia, la lucha, y el fracaso por no haber sabido dimensionar adecuadamente recursos y capacidades.

Por suerte este tipo de personas corresponden a otra época, todavía queda gente así, aquellos a quienes los suyos llaman héroes y los demás los llaman locos.