He estado viendo alguna entrevista a Carolina del Olmo (autora de “¿Dónde está mi tribu?”), me parece que dice cosas muy interesantes y, aunque no plantee ninguna solución concreta, estoy de acuerdo en que la solución de los problemas de soledad, tanto de quienes son padres como de quienes deciden no serlo (o no lo son, sin haberlo decidido), pasa por crear espacios de crianza cooperativa.
El problema es este; llevamos toda la vida construyendo nuestra pequeña tribu, y cuando más falta nos hace se disuelve. Obviamente las tribus son lugares de aprendizaje (durante la adolescencia extendida), pero sobre todo deberían ser espacios en los que habitar (incluso en la madurez).
Las causas de esta disolución, supongo que son variadas, pero imagino que tienen mucho que ver con las estructuras sociales. Hay estructuras horizontales que favorecen la comunicación, y estructuras verticales que la dificultan. Un grupo de amigos debería ser horizontal, una familia, o un entorno de trabajo, es una estructura vertical, una relación de pareja debería ser horizontal.
El cemento de la tribu es la confianza. La confianza se construye con comunicación y con historia compartida (los etólogos y los economistas de teoría de juegos dirían “reiteración de interacciones-sociales/jugadas”). Estos elementos cierran el grupo a terceros que no participen en este juego comunicación-historia. Esto suele suceder con las nuevas parejas de los/las amigos/as. También cierran el grupo a otros grupos. Este funcionamento es normal, y en gran parte constituye la razón de ser de la tribu, la creación de un entorno de confianza.
La tribu crea confianza mediante la exclusión de terceros, y este es su mayor problema. Lo ideal sería conseguir una cierta permeabilidad y renovación. Para ello, la herramienta fundamental es la rutina. La rutina facilita la creación de confianza porque crea entornos previsibles.
Pero no es suficiente, cada persona tiene su propio mundo, creado a base de su historia, su visión, sus conocimientos. La confianza es más sencilla entre personas que comparten al menos parte de mundo, desde ese mundo compartido es desde donde se sientan las bases de la confianza. Hace falta crear entornos en los que la comunicación sea posible, la rutina crea posibilidad de comunicación porque construye un mundo compartido de vivencias, esto la facilita (comunicación como “poner en común”), y es precisamente la comunicación lo que extiende el mundo compartido, y esto es lo que posibilita la confianza.
Recuerdo a Aris (que fue compañero de piso en Santiago, y amigo) Aris es de Angola, decía que vivía con mucha gente durante su infancia. Hay una entrevista a Concha Buika (?) que dice algo similar, ella no estaba acostumbrada a vivir sola en un piso, su habitación era la habitación de todos sus primos.
Las personas con hijos y las que no los tienen, viven en mundos distintos, igual sucede entre personas solteras y personas con pareja. Esta diferencia se basa en rutinas distintas, con preocupaciones e intereses diferentes. Imagino que lo ideal sería que ninguna persona se encuentre aislada en su mundo, por lo que el grupo debería renovarse si esto sucede, admitiendo personas de estos mundos que se han quedado aislados. Esto es extremadamente difícil. En la práctica las personas aisladas se aíslan y se van. Esto tiene sus consecuencias; las personas (y los grupos) consumimos información, cuando el grupo deja de producir información nueva (que suele venir del exterior y de diferentes mundos) tiende a disgregarse (se produce una especie de entropía).
Supongo que lo ideal es crear formas de relación entre grupos, en problema es que muchas veces estas relaciones son competitivas, pero creo que esto solo será problemático en entornos de escasez. Leí algo en un artículo sobre esto:
No está escrito en nuestros genes que estemos destinados a vivir en modos destructivos de competitividad y rivalidad.
Curioso este ejemplo de cuidados entre especies
https://www.youtube.com/watch?v=vlyhyNND6ck
La escasez puede ser cualquier cosa que represente un interés para los miembros de un grupo.
En resumen, crear entornos rutinarios en los que distintos grupos (suficientemente parecidos para comunicarse pero no tanto para aburrirse) puedan relacionarse de forma no competitiva (entornos de no escasez) y prolongada.
- El primer problema es buscar un horario y espacio compartido, parece fácil pero no lo es, las rutinas individuales son muy diferentes, sobre todo entre personas con hijos y sin ellos. Sábados por la tarde, y dependiendo los domingos de mañana, son de las pocas opciones.
- El espacio es igualmente complicado porque hay mucha movilidad entre ciudades y la gente se dispersa. Buscar un espacio intermedio.
- El segundo problema es realizar una actividad compatible con las diferentes situaciones, senderismo sencillo y bares en plazas grandes.
- Reunir suficiente número de personas para que sea sostenible en el tiempo y asegurarse de que se pueda respetar la rutina.
- Vencer la pereza. En el fondo es difícil que personas con pareja de cierta edad quieran hacer planes compartidos con otra gente. Tienden a improvisar.
Extracto del libro de Hilary Clinton:
Permítanme brindar unos cuantos ejemplos de sociedades africanas con proverbios que se traducen como ‘Hace falta una aldea’: En Lunyoro (Banyoro) existe un proverbio que dice: ‘Omwana takulila nju emoi’, cuya traducción literal es ‘Un niño no crece únicamente en un solo hogar’. En Kihaya (Bahaya) hay un dicho: ‘Omwana taba womoi’, que se traduce como ‘Un niño no pertenece a un solo padre u hogar’. En Kijita (Wajita) existe un proverbio que dice: ‘Omwana ni wa bhone’, que significa que independientemente de los padres biológicos del niño, su crianza pertenece a la comunidad. En suajili, el proverbio ‘Asiyefunzwa na mamae hufunzwa na ulimwengu’ se aproxima a lo mismo”.[