Ya había hablado de Dolores en alguna ocasión, ahora me toca otra vez en una nueva historia, por lo que luego les digo.
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Esto sucedió hace ya unos años. No lo recuerdo, apareció una señora conocida de mi madre que quería plantar unas margaritas delante de casa. Parece ser que era en agradecimiento por algo del trabajo, en los pueblos ya se sabe. El caso es que esa mujer se llamaba Dolores y de hecho plantó las margaritas; plantó dos, una a cada lado de la puerta. Las margaritas se secaron a la semana. A las dos semanas volvió Dolores a plantar otras dos margaritas que, dicho sea de paso, tampoco tardaron en secarse. Mi madre las quitó y ahí acababa, aparentemente, el intento de la Señora Dolores de plantar margaritas en mi casa.
Pero digo aparentemente porque un día que estaba yo estudiando, debía ser verano por aquel entonces, apareció mi hermana que llegaba de fuera y me dijo, «Jose, hay una señora en la puerta con un hacha». Claro, no hice más que oír esto y salir por la ventana a ver que pasaba. Otra vez, Dolores… y si, muy visible, un hacha y unas margaritas en la mano. Ella con energía, a machetazo limpio contra el suelo, cavando un hoyo en el suelo. Mi hermana fue a preguntarle si necesitaba algo, Dolores no hacía más que decir, «¡Han prender!» (No sé si se entiende esta expresión, han de prender, sería equivalente a un «prenderán por que lo digo yo») y plantó seis, tres a cada lado de la puerta. Prendieron, claro, como para no prender, aún hoy están las margaritas delante de casa, el otro día, después de unos años se secó una, pero el resto siguen ahí, grandiosas.
Dolores también se secó un día. Pero seguro que andará plantando margaritas en alguna parte, al menos eso pienso yo cuando veo unas: Esas tan bonitas… Las plantó Dolores.
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