Siguiendo con nuestras intrahistorias, quería hablaros de Dolores. Una anciana que vive en un pueblecito del ayuntamiento de Vilagarcía de Arousa, Vilaxoán.
Dolores debe rondar los cien años. Es una señora con cara de buena persona, gafas y estatura más bien pequeña, pero de complexión fuerte. Esto no lo digo porque me haya fijado mucho sino por lo que ahora os comento:
Estaba yo en uno de mis paseaos matutinos, bajando la cuesta de mi casa hacia la playa, cuando al torcer una esquina a la derecha me encuentro que viene de frente una señora mayor, yo no sabía quien era, pero llevaba una viga de madera al hombro. Si, si ¡Una viga! No era muy grande pero lo suficiente para que a mi me diera casi un espasmo. Hice lo que hago siempre que me sorprende una situación desconcertante, nada. Como si fuera todo normal, continué mi camino hacia la playa, allí me encontré que estaba la marea bajísima y que no me podía bañar asi que regresé sobre mis pasos. Les juro que no tardé ni tres minutos pero cuando llegué al punto donde había dejado a Dolores, ya pensando en echarle una mano a aquella señora, resulta que había llegado a su destino, y no se crean ustedes, no, no era cercano.
Al comentarle el suceso a mi madre me dijo; «Si, si esa mujer es Dolores, es bisabuela» (…) «Pobriña, Dolores, iba con su hijo a tomar leña para repartir por el pueblo, antes, claro, cuando no había casi coches. Al principio la llevaban a mano, la cortaban y la escondían en el monte, y luego al día siguiente la recogían para vender. Ese era su trabajo. Luego les dió para comprar un carro, pero al principio a pulo…» También me contó como a veces la veía bajando la cuesta de mi casa en dirección a la suya cargada con dos bidones de 5 litros de agua cada uno, «Dolores ¿A dónde vas con eso? Venga, sube que la llevo…»