Era un señor mayor, de unos setenta años. Yo lo vi por primera vez cuando iba a buscar a un amigo mío a la estación de autobuses. Era noche y estaba lloviendo. Me hizo gracia ver a un señor de esta edad limpiando un Hyundai Coupé verde; no sé si conocen ustedes el modelo; es un juvenil deportivo de dos plazas. La imagen suponía un curioso contraste.
Cuando regresé de la estación aún estaba el señor limpiando el coche. Nos reímos, la verdad, «ahí esta este loco» pensé.
En realidad no tenía ninguna lógica esta situación, era extraño. Piénsenlo un momento, un señor mayor que no aparentaba tener mucho dinero pasando las horas limpiando un deportivo verde. Pensé: «Hoy en día damos más importancia a los coches que a las personas, mira a este señor limpiando el coche todo el tiempo, como si fuera importantísimo». Luego descarté esta idea porque no cuadraba; quizás era una de estas personas obsesivas que se pasa el día buscándo la perfección. El coche tenía algún que otro rasguño serio en la parte delantera así que también descarté esta nueva ocurrencia. A fin de cuentas realmente no parecía que ese coche pertenecíera a este señor.
Luego pensé que quizás fuera el coche de su hijo. ¿Pero porqué iba a pasarse horas este hombre limpiando el deportivo de su hijo? Tal vez… Entonces una nueva idea pasó por mi mente y ahora todo cobraba sentido.