Intrahistoria: La historia de Sanvador Miramontes Marco

 
[Uxío PR] Salvador Miramontes Marco era una hombre muy sencillo. Si le hubieran preguntado qué esperaba de la vida, él habría contestado «Supongo que seguir aquí». A principios del siglo XX las comunicaciones no eran tan vertiginosas, el mundo no iba tan rápido y era más fácil ser sencillo; como Marco, así era conocido en el pueblo de Villaseñor; tenía un nombre extravagante, italiano, que debía agradecerle al apellido de su madre.
En una ocasión, Marco viajó a África. Cuando volvió le preguntaron: «¿Cómo es África?» A lo que él contestó: «Uf, muy calurosa». Marco era militar, y estaba enamorado.
María Iglesias Corteguera era una mujer trabajadora, tradicional, si le hubieran preguntado qué esperaba del futuro habría respondido «Supongo que tener hijos» A María no le gustaban las cosas nuevas, tenía miedo incluso de hablar con la gente que había salido al extranjero.
En una ocasión le preguntaron a María «¿Qué te parecería que el ferrocarril llegase a Villaseñor?», pero María contestó callando.
Marco y María se conocieron en una pescadería; apenas hablaron, pero Marco se enamoró de ella. María no era una mujer guapa, ni había nada excepcional en ella; pero cuando la miró se percató de que era la mujer que Salvador Miramontes quería.
En su viaje a África Marco había visto máquinas voladoras, los ultramodernos aviones. Por primera vez en su vida descubrió que tenía una afición. Pero un avión era algo demasiado complicado para un hombre como Salvador Miramontes, así que decidió que construiría un globo aerostático.
Marco no era un hombre de acción, pero si tomaba una decisión la llevaba hasta el final. Marco consiguió cuerdas, que tomó prestadas del ejército; recorrió múltiples pueblos hasta encontrar una cesta que le sirviera de barquilla y viajó a la costa para comprar un ancla. Confeccionó el globo con telas a las que introdujo una banda de desgarre y una válvula; lo encerró en una red y lo unió a la barquilla con las cuerdas. Finalmente instaló el apéndice para calentar el aire; colgó de la barquilla los sacos de lastre y una cuerda que serviría como freno. Todo ello a partir de unos dibujos que Marco había conseguido en su viaje a África.
El primer globo aerostático de la historia se construyó en 1783, en el pueblo de Annonay, Francia, tierra de visionarios. Lo hicieron los hermanos Montgolfier, a base de papel y un hornillo. Durante su construcción las gentes de Annonay pensaron que los Montgolfier se había vuelto locos. Algo muy similar ocurrió en Villaseñor.
Pero Salvador Miramontes no sólo se imaginaba a él volando; se imaginaba con María viajando como si sólo ella y él existiesen en el mundo, un mundo ideal para Marco, ajeno a la expectación que estaba generando. Roberto Quesada Chavaría, amigo de Marco, fue un día a visitarlo para ver qué tramaba. Roberto le preguntó «¿Qué haces?» y le respondió: «Construir un globo aerostático»
Marco convocó a todo el pueblo el martes, en la plaza mayor, para que así también acudiese María Iglesias Corteguera. Su globo estaba ya casi terminado, y Marco estaba convencido de que era la mejor y más original forma de seducirla.
Roberto Quesada Chavaría volvió a ver a Marco el lunes y le preguntó «¿Por qué construyes un globo aerostático?» Marco contestó «Supongo que por amor»
Llegó el martes. El aparato estaba en la plaza; cerca de él estaba Marco, seguro de su éxito. La gente de Villaseñor no podía creer que aquel artefacto fuera a volar. Marco pudo distinguir entre la multitud a María Iglesias Corteguera. Subió en la barquilla y comenzó a salpicar fuego con el apéndice. El aire del globo se forjaba cada vez más consistente ante el clamor popular. Hacía algo de viento, pero eso no impidió que el interior del globo llegase a pesar menos que el aire y éste se elevara en una ascensión perfecta, hasta que la cuerda lo frenó a diez metros del suelo.
Se había cumplido una vez más el principio de Arquímedes, pero las gentes de Villaseñor poco o nada habían oído hablar de tal cosa, y muchos pensaban que el globo se elevó porque el fuego había quemado el aire de su interior, quedando la nada, y ésta empujaba el globo hacia el cielo, provocando que volase.
Salvador Miramontes dejó posarse de nuevo su máquina voladora y le preguntó a María Iglesias Corteguera si quería ver a los ángeles, pero le contestó callando. Marco volvió a activar el apéndice, soltó la cuerda de freno y voló muy lejos. Había perdido el amor y no quería volver a poner los pies en Villaseñor, como así ocurrió. Roberto Quesada Chavaría dijo a todos que Marco había vuelto a África.