Las Poéticas y el concepto de poesía

 

Aunque no esté todavía capacitado para escribir un artículo como el que podría llevar este título, hace tiempo que no escribo nada, y como a fin de cuentas algo puedo decir y el que piensa demasiado como nadar se acaba ahogando, me voy a lanzar a compartir algunas consideraciones sobre este tipo de cosas.

El viernes pasado tuve la oportunidad de asistir a una conferencia impartida por quien en su momento fue uno de mis poetas preferidos Luis García Montero, memorable ese:

«Tu me llamas amor, yo voy en taxi»

Que como sabemos algunos, fue contestado por un magnífico Miguel D´Ors de un modo más austero, a fin de cuentas estamos en crisis:

«… Por eso es que si tu me llamas

amor,

yo voy a pie.»

Bueno, se nos han colado estos dos, sigamos con lo nuestro. El caso es que en la conferencia se habló de la poesía ¿Qué es poesía? Bueno, quizá no sea posible una respuesta más poética que la de Bécquer a esta pregunta, pero el caso es que ese «tú» (de «poesía eres tú») es un deíctico, y necesita ser complementado, necesitamos más información; no obstante, como mis compañeros de filosofía del lenguaje sabrán; aunque no tenga referente, este poema se entiende, tiene significado, (lo cual no es un buen argumento en favor del principio de composicionalidad). Esto puede hacernos pensar que el poema es una creación vacía que sólo adquiere significación con la interpretación, e interpretar aquí es ponerlo en el mundo. Independientemente de todo esto ¿Sabéis lo que le contestó ese «tú» al que se refería Bécquer? Bueno, dijo algo como esto (según el propio Bécquer en esta primera carta literaria):

Te equivocas.
Yo deseo saber lo que es la poesía,
porque deseo pensar lo que tú piensas,
hablar de lo que tú hablas, sentir con lo que tú
sientes; penetrar, por último, en ese misterioso
santuario en donde a veces se refugia tu alma
y cuyo umbral no puede traspasar la mía.

Y es que en el fondo esta chica tenía razón, muy bonito si, pero ¿qué es la poesía? De estos temas habló García Montero y citó nuevamente a Bécquer en algo que me recordó a mi preocupación acerca de la verdad y la poesía:

Cuando un poeta te pinte en magníficos
versos su amor, duda.
Cuando te lo dé a conocer en prosa, y mala, cree.

La cita que dijo el conferenciante no es precisamente esta, sino esta «si alguna vez un poeta te escribe un buen poema de amor, desconfía de su amor, porque no se escribe con el corazón caliente, sino con la cabeza fría» pero así no es como aparece en las «Cartas literarias a una mujer» donde si consta la cita anterior. Lo que nos importa y lo que dejan claro estas citas es una concreta visón de la poesía. Según esta perspectiva todo poema es un acto de creación, pero no sólo esto, es un acto de creación del poeta, el poeta que por medio de un arte, intenta sacar afuera lo que tiene dentro, intenta buscar dentro de si empaparse de sus propios sentimientos y luego se para, plof, se pone a trabajar. Empiezan a surgir palabras bellas, métricas, rimas, la musicalidad del endecasílabo italiano… unas cuantas metáforas que a veces se sacan del lenguaje (y no nos vamos a poner hablar de la fuerza cognitiva de las metáforas), otras, fíjate tu, de la misma realidad, todos sabemos cómo se puede hacer una metáfora (ya sabemos que el lenguaje es metafórico), se hace una comparación y se quita la comparación, y así unos «labios rojos como el rubí» pasan a ser «labios de rubí», y por eso es tan peligroso el poeta. Para escribir poesía hay que otrorizar los propios sentimientos, distanciarse, hacer como que no son de uno, y luego es como dibujar un paisaje, pintar esos sentimientos con palabras y metáforas.

Podemos ver en el poema un intento de comunicar los sentimientos que el poeta ha descubierto al inundarse de si, algunos lo han visto así. De este modo sería verdadero un poema si describiera sentimientos reales del poeta, y no lo sería un poema que recogiera sentimientos inventados o puramente imaginados por el poeta. Parecería ser algo así como un poema falso o inauténtico, un poema vacío… Pero no está tan claro que el poema sea un acto de comunicación ¿qué se comunica? ¿quizás el sentimiento del poeta? ¿Cómo alguien puede si quiera acercarse a sentir lo mismo que el poeta sintió? En cualquiera de los casos yo lector sentiré un sentimiento mío, no un sentimiento del poeta; quiero decir este «tú eres poesía» de Becquer, que esconde un sentimiento de belleza y enamoramiento míos pero ¿es la misma belleza?; ¿es el mismo enamoramiento que sentimos nosotros, lectores, cuando interpetamos el poema? No parece que esto sea así salvo que interpretemos la comunicación de modo metafórico;

el siguiente paso es considerar que el poema es una especie de mensaje autónomo, independiente a la voluntad del autor, algo que ha adquirido autonomía al emitirse, y que contiene un sentimiento que ha dejado de ser privado para convertirse en algo público, una abstracción, un concepto. En el fondo esto pasa siempre con el lenguaje, no soy dueño del lenguaje, el lenguaje es público (no hace falta irnos a Wittgenstein para demostrarlo) pero entonces ¿cuando un poema es verdadero? Según esta teoría el poema pasa a ser algo justificado por si mismo, una especie de Barón que se sujeta de la coleta para salir de una ciénaga, en esta interpretación parece que el poema no es de nadie, el poema está suelto (no sé porqué esto me recuerda a Russell)

En vista de tal panorama otros, como Huidobro, y su creacionismo han encontrado en el poema y su aparente imposibilidad se ser sincero una oportunidad perfecta para  huír de la burda realidad; me encanta este fragmento de la conferencia del Ateneo de Madrid en 1921 dada por el propio Huidobro:

El poeta crea fuera del mundo que existe el que debiera existir. Yo tengo derecho a querer ver una flor que anda o un rebaño de ovejas atravesando el arco iris, y el que quiera negarme este derecho o limitar el campo de mis visiones debe ser considerado un simple inepto.

Esto es perfectamente un acto de justicia poética. Tenemos un poema de Gerardo Diego que lo explica muy bien. Algo parecido explicó García Montero, en la conferencia, cuando contó que la primera poesía que había escrito era una modificación del triste final que se describe en el poema «El tren expreso» de Campoamor. Queremos decir que nos gusta, la poesía es la única que puede asumir este rol, el de llevarnos a un mundo nuevo… Aunque no lo comparto, la poesía que yo haga ha de ser capaz de mostrar la realidad desnunda, luego espero decir algo de esto.

Pero hay un par de cosas que me molestan tremendamente de muchos de los poemas que leo; la verborrea y el egocentrísmo (ya doy por sentado que nadie, yo tampoco, soporta la sensiblería y la cursilería), entiendo ambos defectos están relacionados y responden a una concreta concepción de la poesía;

Respecto la verborrea, esta se presenta cuando un poeta dice en cinco versos lo que se puede decir en dos palabras, las palabras deben servir para facilitar el acceso del lector a lo que se quiere decir, no para alejarlo. Podría citar varios consejos de grandes escritores que sugieren evitar adjetivos que no añaden nada (José Hierro, Camilo de Ory, el propio Borges sobre a tenor de un cuento), o circunloquios inútiles, luego citaré a Pound. Si a un poeta le gusta la musicalidad está bien que escoja frases silábicas con melodía, pero no a costa de sacrificar la legibilidad y el sentido del poema, ya sabemos, ya, «lo bueno si breve…» pero no es sólo esto; la metáfora, la amiga metáfora, tampoco debemos abusar de la metáfora… miren lo que dice Machado:

Sólo un espíritu trivial, una inteligencia limitada al radio de la sensación, puede recrearse enturbiando conceptos con metáforas, creando obscuridades por la supresión de los nexos lógicos, trasegando el pensamiento vulgar para cambiarle los odres sin mejorarle de contenido. (….)

En la lírica, imágenes y metáforas serán, pues, de buena ley cuando se emplean para suplir la falta de nombres propios y de conceptos únicos, que requiere la expresión de lo intuitivo, pero nunca para revestir lo genérico y convencional. Los buenos poetas son parcos en el empleo de metáforas; pero sus metáforas, a veces, son verdaderas creaciones.

Respecto al egocentrismo es otra cosa que no puedo soportar ya más en un poema no es que niegue que el poema pueda hacerse desde otro lugar que la situación del poeta, pero tanto yo, yo, yo… Es este poeta quejoso de si mismo, de su amor, de su desamor, ese poeta orgulloso de amar como nadie amará… Fíjense lo que decía en 1968 nada menos que Borges en una conferencia:

Cuando escribo algo, procuro no comprenderlo. No creo que la inteligencia tenga demasiada relación con el trabajo del escritor. (…)

Cuando escribo (pero quizá yo no sea un buen ejemplo, sino sólo una terrible advertencia) , intento olvidarlo todo sobre mí. Me olvido de mis circunstancias personales. No intento, como alguna vez lo intenté, ser un «escritor suramericano».

Por eso las Vanguardias querían huir del yo, presentar un verso libre, desnudo de toda consciencia y así Tzara puede decir cosas como estas:

Coja un periódico

Coja unas tijeras
Escoja en el periódico un artículo de la longitud que cuenta darle a su poema
Recorte el artículo
Recorte en seguida con cuidado cada una de las palabras que forman el articulo y métalas en una bolsa
Agítela suavemente
Ahora saque cada recorte uno tras otro
Copie concienzudamente
en el orden en que hayan salido de la bolsa
El poema se parecerá a usted

Y es usted un escritor infinitamente original y de una sensibilidad hechizante, aunque incomprendido del vulgo.

Que forma más perfecta de matar el «yo»; es el azar el que escribe Bretón busca un matar el «yo» através de la máxima espontaneidad, del automatísmo psíquico; no obstante, no estoy yo muy seguro que esta no sea también una forma de matar la poesía… Al menos matar la poesía como acto de comunicación.

Vicente Huidobro, otra vez, tiene ideas muy interesantes sobre este tema:

¿Creéis que el control de la razón no se lleva a cabo? ¿Estáis seguros de que estas cosas de apariencia espontánea no os llegan a la pluma ya controladas y con el pase-libre horriblemente oficial de un juicio anterior (tal vez de larga fecha) en el instante de la producción?

Todo indica que esta tarea es vana, no podemos librarnos de los prejuicios, del egocentrismo del «yo» que se nos impone en la palabra; y cuando digo librarnos del «yo» no quiero decir nada tan extraño como suena, más bien, es un librarse de nuestros propios miedos, librarse de esa necesidad de escribir para desahogarse, como si escribir fueran los restos sucios de algo que echamos fuera, o peor aún, como si escribir sólo fuera la satisfacción de una necesidad de ser leídos, de aceptación, de reconocimiento; y no un autentico acto honesto, sea estético, sea revolucionario, sea de mera presentación de la lo real.

¿Acaso no es posible que el poema deje entrever la realidad desnuda, sin ese atavismo de yo tan imponente, sin esos adornos inútiles de algunas palabras?

Veamos lo que dice otro de los grandes, il miglior fabbro Ezra Pound, en su manifiesto del imagismo:

  • Tratamiento directo del objeto, sea subjetivo u objetivo.
  • No usar ni una sola palabra que no contribuya a la presentación.
  • En cuanto al ritmo: componer en frase musical, no con un metrónomo

Nos gusta mucho este planteamiento; entiendo que el poema debe desvelar la realidad que ocultan las palabras, debemos explicarlo más, pero eso para otro día, hablaremos algo en otro artículo, pero un acercamiento a esta idea la tenemos en el haiku. Creo que todo poeta (y cualquier artista en general) debe empezar por el estudio del haiku.