
De pixabay.com **[Moncho]** _Lo interesante y peligroso de las intrahistorias es que pasaron en realidad y siempre puede suceder que alguien te diga que no es aśi como sucedio; transcribo ahora el texto de Moncho donde me comenta mis faltas a la verdad en torno a la intrahistoria que yo había titulado «El tren.»_ _José, hemos perpetrado un acto horrible. Algo así como preparar una fabada de lata en el microondas para agasajar a nuestros invitados cuando lo teníamos todo para hacer un buen puchero: materia prima de primera calidad, fuego lento y la paciencia y el cariño necesarios para ello. La culpa ha sido mía en gran parte por no haber sabido transmitirte el sentimiento que inspira Natalia al contar su historia. Estoy seguro que de haber estado en un sitio tranquilo degustando una copa de Somontano en lugar de ir a 100 Km/h por sinuosas carreteras escuchando hip hop cuando te referí la historia, el resultado hubiera sido otro._ _ _ _Ahí va mi versión de los hechos que paradójicamente se apoyará en la tuya. No estoy muy familiarizado con el género de la intrahistoria pero un poco de sensacionalismo no le vendrá mal para hacerlo más vendible._ **El tren de la muerte**. Hoy Natalia es una señora de ochenta años a quien podemos encontrar paseando de buena mañana por el casco viejo de Avilés. Venerable testigo de un momento irrepetible de nuestra historia. Mujer generosa que de vez en cuando vuelve de sus recuerdos para compartirlos con quienes quieren aprender. Hubo un tiempo en que fue joven y no fueron pocos los mozos de la villa que se prendaron de su belleza. Especialmente uno que por insistente, a ella le empezó a resultar pesado. Procuraba darle evasivas pero aquel, que la conocía desde niña, pensando tal vez que tenía algún derecho sobre ella por ese trato cercano que da la confianza, no se daba por enterado. Como quiera que en estos casos siempre llega el momento de poner las cartas sobre la mesa, esa vez la ocasión se presentó de manos de la fatalidad. A su incansable pretendiente lo llamaron para incorporarse a filas. La cita era ineludible. Todo hombre de provecho había de entrenarse en el ejercicio de matar. Para ello, el enamorado recluta tenía que desplazarse hasta El Ferrol en uno de aquellos trenes tan incómodos como lentos. Muy pronto tuvo el pasaje; su mente proyectaba una y otra vez la misma imagen: Natalia en el andén, despidiéndose de él con un pañuelo lleno de mocos en la mano. Desgraciadamente para él, ella tenía sus propios planes. El mismo día y a la misma hora de su partida, se inauguraba el reloj del ayuntamiento, todo un acontecimiento en una villa en la que había poco que celebrar. A Natalia le pareció convincente la excusa porque en el fondo de su corazón se alegraba de perderle de vista por algún tiempo. A él también le pareció convincente, tanto fue así que decidió no perderse tampoco tan señalado evento para la próspera villa. Llegó el día. La plaza estaba atestada y entre la multitud. Natalia vio claramente como un gran macuto era portado por alguien que le resultó familiar. Al poco vió, con horror, que este individuo se acercaba erráticamente. Pensó en esconderse pero desistió; le hubiera resultado imposible hacerlo discretamente. El macuto finalmente encontró el camino correcto y llegó a su lado. * Nati, me voy. * Buen viaje. No hubo beso, ni lágrimas. El corazón roto agachó la cabeza y se fue. Si le había costado entrar en la plaza mucho más le costó salir porque había llegado más gente y se habían cerrado filas. Llegó a la estación con el tiempo justo para ver al tren alejarse. Derrotado se sentó sobre su equipaje mientras pensaba alternativamente en la desdeñosa Natalia y en su futuro como desertor. Al día siguiente Avilés amaneció con la luctuosa noticia de que el tren de la tarde anterior con destino a Ferrol había descarrilado habiendo resultado muertos la mayoría de sus ocupantes. Es fácil imaginar lo que aquel desertor rechazado pensó al enterarse: «Amar aun sin ser correspondido, nunca es en balde». Fin _Por supuesto esto no es la última palabra y tú también tendrás tu opinión. Sólo he querido hacer justicia porque como puedes ver la historia que a mí me contó Natalia no es exactamente como tú la publicaste._ _Ya me contarás. Un saludo._