Supongo que siempre es buen momento para repasar el estado de los sistemas que permiten organizarnos, pararse un instante y examinar el estado de la flota que nos guía (¿me ha salido un poco cursi la metáfora?). El caso es que hay momentos en los que una revisión de los sistemas no sólo es conveniente sino necesaria. Lo que pretendo hacer en este artículo es una enumeración de los defectos que según algunos constitucionalistas tienen los sistemas democráticos actuales, procuraré exponer las citas correspondientes, si es que las recuerdo; de cada uno de los puntos… No sé por dónde empezar…
1. Bueno, uno de los defectos más obvios de los sistemas actuales es la ineficacia práctica del principio de separación de poderes. En mi opinión este es uno de los puntos fundamentales; llamaré a este problema, el problema de la concentración del poder.
A su vez podemos separar este problema en distintas causas; A) La preponderancia del ejecutivo sobre el legislativo B) El que podemos llamar juego entre bastidores o la interferencia de los partidos políticos.
Como sabemos el principio de separación de poderes fue propuesto en los albores del estado de derecho por oposición a la teoría de Bodino que consideraba al poder indivisible. Precisamente lo que proponen los autores de la Ilustración es que no sólo el poder es divisible sino que debe dividirse, es famosa esa expresión de Montesquieu «El poder abusará». A grandes rasgos esa división es una división de las funciones o facultades del poder, la función de «mandar» (legislativo) la función de «hacer cumplir» (ejecutivo) y la función de «juzgar las infracciones» (judicial) que en un inicio era más bien complementario. Este principio tuvo distinta interpretación en la Europa Continental (la separación era absoluta) y en los paises Anglosajones (no existe una radical separación sino una interferencia de poderes que se contrarrestan unos a otros). En ambos casos se consideró que quien debía «mandar» era el pueblo. Ahora bien, no el pueblo en su conjunto sino «las buenas gentes del pueblo».
A) En un inicio, si examinamos el sistema francés, el poder legislativo era el poder preponderante. No obstante el ejecutivo fue adquiriendo desde un inicio importantes privilegios; por un lado, al menos en el sistema continental, se considera a la Administración una persona jurídica, titular del poder ejecutivo, y que como es obvio, es superior a las demás personas, (una especie de Dios invisible) no se le podía juzgar («juzgar a la administración era también administrar») podía tomar sus propias decisiones incluyendo la posibilidad de «mandar» dictando normas de carácter general, llamados reglamentos («Tomad la ley que yo haré el reglamento«), y también las que resultaban de «juzgar las infracciones» (autotutela declarativa) cuando estas eran contra normas reglamentarias, así como ejecutar sus propias decisiones (autotutela ejecutiva); ahora bien, se consigue un avance importante al sujetar la actuación de la Administración sólo a lo que la ley diga, es un principio de sometimiento positivo a la ley, nace así el Principio de Legalidad; y cómo la ley estaba en manos del legislativo, la administración estaba más o menos controlada… Es claro que no podemos llamar a este sistema, un sistema democrático, porque la Soberanía no era del pueblo, sino como hemos dicho, en sólo unos cuantos «hombres buenos» en la burguesía; es lo que se ha llamado el sufragio censitario.
A día de hoy hay una notable preponderancia del ejecutivo, la administración tiene prácticamente los mismos privilegios que tenía entonces, aunque hoy sí se puede juzgar a la administración, no sin antes, al menos en España, pasar una serie de trámites ineficaces e que permiten a la administración prepararse para una eventual demanda, es lo que se llama «Reclamación Administrativa Previa». Bien pues con todos estos privilegios cabe preguntarse ¿existe ese mismo control por el legislativo? A día de hoy tenemos sufragio universal, si hubiera una preponderancia del legislativo sobre el ejecutivo, habría un cierto control sobre la administración, sólo que simplemente ese control apenas existe (salvo, aún menos mal, por el judicial)… El poder ejecutivo, la administración, es la que decide en última instancia cómo y cuando cumple la norma, y ni que decir tiene que a veces decidir sobre los «cómo» es decidir sobre el «qué»; sigue existiendo el Principio de legalidad, claro, y la sujección positiva a la ley (la administración no puede actuar si una ley no se lo permite expresamente) pero pensemos por un instante, no se escandalicen por ello, sólo es una hipótesis, pensemos por un instante que de alguna manera la administración pudiera influenciar (sólo influenciar… tampoco exageremos) en el proceso legislativo ¿Dónde quedaría la separación de poderes? ¿Dónde quedaría el principio de legalidad? Bien, pues ahora no se lo imaginen observenlo…
B) Hemos llamado a este problema «El juego entre Bastidores» el objetivo del juego es naturalmente influenciar de modo relevante en el poder el legislativo… ¿Pero cómo hacer eso entre bastidores? Bueno, en realidad es muy sencillo, se supone que el poder legislativo representa directamente al pueblo, pero en la práctica está absolutamente manipulado por los partidos políticos ¿son realmente los diputados capaces de oir las exigencias del pueblo, o más bien están atentos a las directrices de un partido político…? Supongo que los que hayan participado en alguna negociación para intentar cambiar la llamada «Ley Sinde» responderán esto fácilmente. El caso es que aunque en teoría cada diputado puede votar libremente, la realidad es bien distinta y «el que se mueve no sale en la foto»; el juego de la «disidencia de partido» es una especie de espada de damocles sobre las cabezas de cada diputado, nadie osará votar en contra de lo que diga el partido, si además de ser diputado se es ministro que se olvide de su cartera, la presión social hará el resto… A día de hoy los partidos políticos se han convertido en una especie de engranaje que empaña y ensucia la división entre el legislativo y el ejecutivo, aunque si somos valientes tenemos que decir que la elimina; esto no es algo nuevo ya en 1928 J. Bentham escribió «La crisis de la democracia representativa» o pocos años más tarde Laski escribió «La democracia en crisis» ¿Que se ha mejorado desde entonces? Probablemente se ha empeorado…
Para más información sobre ambos problemas recomiendo el artículo «El parlamentarismo y su Transformación Actual. Crisis del parlamentarismo y auge actual de elecutivo»
¿Hay alguna propuesta alternativa? Naturalmente las hay, «La teoría funcional de Loewenstein» por ejemplo; en la que en lugar de atribuir repartir las funciones una al parlamento la de legislar, otra a la administración la de ejecutar y otra a los jueces la de juzgar, se describe un proceso único con distintas fáses Decidir; ejecutar y controlar, y en cada una de estas fases intervienen los distintos órganos, controlándose los unos a los otros, siendo obviamente la fase de control la más importante de todas…
2. La ilusión de Alternativas o la enervación del pluralismo político.
A) Crisis de la distinción Derecha/Izquierda; O el teatro de la guerra.
Uno vota a un partido político de Izquierda o a otro de derecha porque se siente más o menos representado por ese partido, por esa ideología, ese sentimiento no tiene porqué ser racional al igual no es racional ser del F.C.Barcelona o del R.Madrid, y que tampoco es racional el llamado efecto BIRG, que también tiene mucho que ver en estas luchas electorales; simplemente uno elige ser de un equipo/partido u otro y eso lo hace, al menos en apariencia, en el ejercicio de su libertad de decisión; elegir, de algún modo, es lo que nos hace libres… Si no pudiéramos elegir… ¿Donde quedaría la democracia? Pero ¿Podemos realmente elegir? Bien, para que podamos elegir, lo primero es que existan distintas opciones, si estas no existieran no sería posible la elección… Cabe preguntarse, ¿A día de hoy es distinto ser de izquierdas que ser de derechas? (no estoy preguntando por la diferencia entre los partidos sino por la diferencia entre las ideologías) Es obvio que aunque parezca lo contrario la diversidad ideológica no ha fenecido, las ideologías no son algo que desaparezcan sin más, las obras que han fundado el marxismo, el socialismo libertario, el comunismo; siguen estando escritas; y en algunos casos han sido actualizadas por autores posteriores… El caso es que parece que ya nadie las defiende. La sensación de la población es que los políticos que llegan al poder son todos iguales, salvo por quizá algunas consideraciones estéticas que no tienen tanto que ver con cuestiones ideológicas de fondo; sino más bien una apariencia por proteger la tradición o avanzar sutilmente a la realidad social; y esto en cierto modo puede considerarse un remanente de la distinción izquierda-derecha, pero en mi opinión no es algo esencial. El caso es que la mayor parte de los partidos politicos toman decisiones no tanto para ser fieles a sus principios ideológicos sino por criterios de eficiencia económica o electoral; este es el paso de la democracia a la tecnocracia; es decir las decisiones son tomadas más bien por técnicos, por administradores, por economistas, no por pensadores; eso hace que en el fondo la ideología pierda peso como factor relevante para decidir… y que en el fondo los criterios técnicos para los unos y para los otros pueden ser muy similares o incluso equivalentes, un mismo técnico puede trabajar en un partido de izquierdas o en uno de derechas, y nadie se echará las manos a la cabeza, «la técnica es la técnica y ofrece resultados objetivos» Claro pero ello oculta algo verdaderamente sutil, y es que la objetividad no existe, y todo tiene inevitablemente un matiz ideológico, aunque ahora ya no importe, los partidos toman decisiones aconsejados por la objetividad de la técnica con independencia de si esas decisiones se apoyan en su ideario o no, sólo con la excusa de que son decisiones técnicas, neutrales, asépticas…
Pero claro, si todo es lo mismo no hay posibilidad de elección, así que es necesario mantener una ilusión de alternativas, así que es necesario empezar a interpretar el teatro de la guerra, si los de izquierdas, aconsejados por la eficacia y objetividad de la técnica, defienden bajar los impuestos entonces los de derechas defenderán subirlos; si los de derechas defienden una mayor intervención del estado en la economía, los de izquierdas dirán que la técnica aconseja que este no es el momento… y así, como por arte de magia, el mundo al revés… No es que no existan las ideologías es que los partidos políticos dominantes se han olvidado de ellas.
B) El bipartidismo exagerado; o la técnica del pucherazo; como hemos dicho, la democracia, la libertad necesitan diversidad de opciones; cuantas más opciones existan más libre y más capacidad de decisión tendrá cada uno. Pero, a día de hoy la masa de decisión se la lleva dos o tres partidos políticos con la excusa no indiscutible de una mejor gobernabilidad. En mi opinión uniendo este punto y el anterior, lo que tenemos es una clara ilusión de alternativas en realidad con esa alternancia entre uno y otro, PP y PSOE cada ocho años, tenemos una situación análoga, aunque sea de facto a lo que en su tiempo se llamó el pucherazo o turnismo donde los partidos mayoritarios pactan una alternancia en el poder, en realidad ni siquiera es necesario ese consenso, el juego de la probabilidad y la estadística hacen el resto. La confrontación entre ambos partidos, la dialéctica del enemigo favorecen y mantienen esta situación apartando a los demás partidos políticos y actores del debate, es claro que cuando dos discuten, los demás se callan.
3. La anemia de la sociedad civil.
Este es sin duda el problema más grave de todos los que estamos tratando en este artículo, y lo es porque si la sociedad civil fuera de verdad madura los demás problemas no importarían en absoluto. Además es uno de los asuntos que el movimiento 15M no parece tener en cuenta.
Para construir una sociedad democrática la base de la pirámide no es conseguir extructuras más participativas sino gente que quiera y sepa participar, eso es, sin duda, lo primero que hay que hacer; y participar no es votar y olvidarse de todo, no hay más democracia por «votar mejor» (consiguiendo un sistema más representativo por ejemplo); al menos no hay mucha más democracia; y esto es lo primero que hay que entender. Sólo habrá una verdadera democracia cuando la sociedad civil quiera asumir un compromiso de activa participación en la vida pública. Y ese compromiso, no os engañéis, es un compromiso duro, difícil y lleno de responsabilidades, es un «hazlo tu mismo» un «aprende, realiza, comparte» El Aprender es absolutamente necesario para «ser capaces de hacer» exige trabajo y dedicación, es un formarse no siempre entretenido; y es un formarse siempre, en todo momento; no todo el mundo está dispuesto a aprender… la mayoría quiere enseñar… La actividad, el realizar, el hacer; es un «hazlo tu mismo» no le pidas a las empresas, ni al estado que lo haga por ti; eso es renunciar a tus competencias; eso es entregarles un poder que es tuyo; ellos se alimentan de ese poder, sin él no son nada. Pero esto obviamente es un trabajo duro también; es renunciar a la comodidad del «lo quiero lo teng_o» del «plug and play_» es, probablemente, renunciar a muchas cosas y perder la posibilidad de estar tirados en los sofás jugando al Farmville o al AngryBirds, porque en lugar de ello habrá que estar trabajando para aprender y para desarrollar tu entorno. Probablemente muy pocos estén dispuesto a ello. Y finalmente es Compartir, no sólo es necesario que dediques tu tiempo libre a aprender y a trabajar para ti mismo, es absolutamente necesario que compartas ese trabajo que tanto te ha costado con los demás; y que lo compartas altruístamente, porque sí; sin pedir nada a cambio… Bueno, como comprenderéis, en este punto muy, muy poca gente estará dispuesta a este compromiso. Y sin embargo es la única vía para la democracia, todo lo demás es holograma, ilusión, una mentira.
Nadie que rechace este compromiso, nadie que no se comprometa a aprender, a actuar, a compartir, merece una auténtica democracia; sólo esta ilusión, este teatro. No vale la pena luchar por otra cosa si la sociedad civil no asume esta responsabilidad, será luchar por nada.