Fue interesante la charla online con Mónica Ojeda, aprendí algunas cosas importantes, ella trabaja mucho con el miedo, supongo que esa preocupación le viene por haberlo vivido de cerca.
La verdad es que ese miedo sin tregua que sienten algunas mujeres, porque lo viven en su entorno más íntimo, es algo realmente terrible. Está el miedo intenso del que me hablaba mi amiga Sandra, que es psicóloga, cuando me contaba que una paciente suya se encontró a su marido bebiendo, a oscuras, en la cocina; y está ese otro miedo mucho más sutil del que habla Laia Mallo en un poema de Venus Volta (Als peus del llit hi havía sempre un home) que siempre me sorprende. Mónica habla de no poder salir a la calle sin miedo en su país, hasta el punto de marcharse de allí. Romper los lazos familiares es algo que siempre me llama la atención, no soy una persona excesivamente familiar, estoy acostumbrado a estar solo, pero en el fondo es una cuestión que siempre está de fondo, escribí sobre esa sensación en un poema a mis hermanas (vivir continuamente con algo que nos falta). Ha salido un curso de cooperación al desarrollo en el INAP, a ver si puedo matricularme, el caso es que puntúa para las convocatorias de puestos de cooperación al desarrollo en materia de seguridad de la UE, claro los programas que hay abiertos actualmente son con, (ojito), Ucrania, Mali, Nigeria, Libia y Palestina… La situación es en cada cual peor, en algunos simplemente inestabilidad política, y amenazas de intervención militar (Ucrania) en los demás son sitios realmente muy inseguros, me planteo si sería capaz de irme, creo que si no fuera por mí familia me iría sin más (bueno, me haría falta al menos un B2 de inglés y no sé si llego a ese nivel) pero el caso es que es que lo veo más útil que mi trabajo actual, el plazo es de un año. Realmente pensé ¿Pero cómo van a mandar a civiles a trabajar allí? No puedo imaginar cómo es vivir con esa clase de miedo.
Le pregunté a Mónica que cómo se empatiza con la maldad y si eso no te cambia y me ha dado una respuesta muy interesante, la verdad; dice que si te cambia es para mejor porque es reconocer que también nosotros tenemos esos sentimientos de odio o maldad pero precisamente nos enfrentamos a ellos y esto nos hace ser mejores, creo que esa respuesta no la da cualquiera.
Me planteo si en mi proyecto no debería trabajar con el miedo. En el fondo creo que en el marco de la paternidad hay mucho miedo, tanto en la paternidad/maternidad como en la no paternidad.
Bieito tenía miedo de traer a su hijo a este mundo de desastres, para él nacer debería ser algo bueno, un regalo, y cree que no lo es (no lo dice con estas palabras pero es algo así) tiene miedo de que su hijo nazca en un lugar oscuro. Hay gente que tiene miedo de quedarse solos, creo que comparto un poco ese miedo, pero no es miedo propiamente, más bien decepción. Hay sobre todo un miedo a hacerse viejos. Cuando los hijos nacen hay otra clase de miedos, no recuerdo quién me contaba, era una madre, que había despertado a su hija porque, como no la oía respirar, tenía miedo de que se hubiera muerto, qué terrible ¿Verdad? Si lo pienso es terrible.
Mónica escribe desde las situaciones; situaciones de miedos íntimos, dice que no escribe simplemente para contar algo sino para hablar de emociones que le sobresaltan, no he leído nada de ella pero lo haré, tiene pinta de que será una voz muy importante tarde o temprano.
También he estado pensando cambiar la voz del narrador, y que quien hable sea un hijo… Qué tontería… El que habla siempre será el hijo de alguien, pero lo que quiero decir es que habla desde su condición de hijo, de hijo que ahora piensa en la paternidad. Aquí hay una cierta tensión dinámica. Entonces tenemos los siguientes ingredientes, con los que a ver si voy centrando la situación motor del relato (habría que ponerle un nombre mejor a esto) y encuentro algo concreto, sumando lo que ya tenía:
- Hijo medita sobre paternidad.
- Miedo
Pero tampoco podemos olvidar que las sorpresas no siempre asustan, o es un susto más bien luminoso, miedo sí, pero con luces…
Recuerdo a mi amigo J.A., del colegio, que después de bastantes años sin vernos, me llamó para decirme que había sido padre, y me dijo algo así, con ese acento de Marín: “Tío, tú vas al hospital, allí, con tu chica, sin nada más en las manos, y luego… cuando sales (hace el gesto de acunar con las manos) te llevas un bebé, ¡y te lo dan a tí, que no sabes nada! ¡Y es para siempre!” Y también me acuerdo de E. que iba a ser padre por sorpresa, con una chica que acababa de conocer, y yo, claro le llevé a casa de mi primo Víctor, que ya se conocían y él acababa de ser padre, y Víctor le dijo “tío un bebé siempre es una buena noticia, tú vas a ser padre y eso está genial, muy bien, y ahora la relación que tengas con esa chica ya veremos cómo sale, no te preocupes.” (Ahora E. ha tenido el segundo con esa chica, así que todo fue bien).
También pienso en Víctor dándole trocitos de aceitunas a su hijo, y a Carmen (su mujer) diciéndole ¡Víctor, tu hijo no es un experimento! Y creo que a los padres se les ha permitido jugar más y experimentar con sus hijos, dando un toque de rebeldía a su aprendizaje (en los buenos casos) las madres han tenido que ser más estrictas, les ha tocado el papel de hacer los deberes, y estudiar con ellos, enseñarles a recoger las habitación y a ser ordenados… Por suerte los padres, poco a poco van aprendiendo ese camino de ser madres… Pero quizás habría que enseñar a las madres a ser un poco padres también.