Una de las cosas que suelen decirse en el proceso narrativo es que los personajes, o al menos el personaje principal debe evolucionar, tener algún cambio, algún proceso de evolución, esta evolución podría ser positiva o negativa, en un caso estaríamos ante un proceso de superación, o madurez, en otro caso ante un proceso de decadencia (como en Suave es la noche). El arco narrativo sería algo así:
- Meseta (in)deseable
- Conflicto
- Nueva meseta (in)deseabe
Esto siempre me preocupa porque me detiene. Cuando escribí el poemario Alguna vez no sabía ordenar los poemas. Tampoco creía que el poemario estuviera realmente terminado. En el fondo quería crear un proceso de madurez, en donde la voz narrativa pasa de una situación de soledad a tener unas sensación de pertenencia. En el fondo es lo mismo que me pasa con este proyecto. Obviamente, esto justifica la idea de que en realidad no se ha producido ningún cambio en mí, al menos no uno lo suficientemente relevante como para producir un cambio en los temas que me interesan ¿Cómo puedo crear un arco narrativo si esa evolución no se ha producido en mí? Al final mis proyectos siguen empezando justo en el mismo lugar, dentro de una casa solitaria.
En el poemario lo resolví partiendo de una visión pesimista de la situación a una visión optimista, el último poema dice “aquí nos quedamos todos soñandote… “
La cuestión es si es posible el cambio. Cada vez tiendo a responderme que no, que el cambio no es posible (salvo con la muerte), podemos tener una esperanza de cambio, o una ilusión de cambio, las historias justo terminan en el momento en el que las cosas van a volver a empezar a ser lo de siempre. El vivieron felices y comieron perdices es, en muchos casos, un Cenicienta dejó de estar dominada por la madrastra y entró en una dominación por matrimonio. Creo que precisamente nos interesan las historias de cambio porque es algo que deseamos que nos suceda, pero nunca sucede.
Paul Watzlawic habla de dos tipos de cambio, (no lo dice así) el cambio en el sistema de procesos, que en realidad sólo es un cambio aparente, y el cambio de sistema. Cada sistema tiene un conjunto de posibilidades, su “dar de sí”, cualquier cambio dentro del sistema no altera eso nunca, puedo hacer lo que sea dentro de la pecera pero cualquier cosa que haga nunca cambiará mis posibilidades, lo que cambia mis posibilidades es salir de la pecera y entrar en otro sistema diferente. Pero con esto, si no tenemos cuidado, lo normal es que las cosas vayan a peor. No creo que sea posible saber con precisión a qué tipo de nuevo sistema vamos a ir a parar. En el fondo todo esto significa que lo único a lo que podemos aspirar es a cambiar nuestras posibilidades. Normalmente lo que queremos es ampliarlas.
Tener hijos ¿Aumenta nuestras posibilidades? Es decir, ¿es un cambio del primer tipo o del segundo? Al final nos las arreglamos para procurar que las cosas cambien lo menos posible, pero sí que creo que aquí hay un cambio del segundo tipo porque cambia lo que podemos y lo que no podemos hacer.
Nuestras peceras son nuestras rutinas. Está claro que podemos modificar nuestra visión del mundo, habría que pensar algo sobre esto, creo que no es un cambio suficiente. Me recuerda al chiste de un chico que se encuentra a un amigo y le comenta que está muy preocupado porque se mea por él; el amigo le recomienda ir a un psicólogo. Cuando se vuelven a encontrar, después de meses, emocionado le da infinitamente las gracias por su recomendación, así que el amigo le pregunta: “¿Te ha ido bien, ya no te meas por tí?” Ante lo que contesta, “No, sigo igual pero ahora ya no me importa”.
Al final creo que lo único que podemos cambiar son nuestras rutinas, intentar que exista un equilibrio entre comodidad y sorpresa.