Argumentos, entimemas y falacias.

 

Más que explicar la definición de estos conceptos prefiero ir a los casos concretos; a fin de cuentas así es cómo se aprende.

La Argumentación es, en tanto que disciplina, una herramienta muy útil para entendernos; nos puede servir tanto para expresar nuestras opiniones de un modo claro, como para defenderlas, y también, lo cual no deja de ser importante, para impedir que los otros nos convezcan de opiniones falaces o incluso peligrosas. A fin de cuentas toda opinión es un modo de entender el mundo, y si atendemos a Epicteto y su máxima «No nos perturban las cosas sino las opiniones que tenemos de las cosas» reconoceremos cuan importantes son nuestras opiniones. Por ejemplo, pongamos que tenemos una pésima opinión del orrnitorrinco (no es de extrañar, es un animal muy feo) entonces estaremos dispuestos a pensar que no nos gustará tenerlo como animal de compañía; pero esta opinión no nos va a afectar de un modo relevante, de hecho no nos va a afectar en absoluto; otra cosa sucedería si hubiera ornitorrincos por las calles; quizá entonces sería una opinión relevante aunque en ningún caso importantísima. Pero la cosa se vuelve más peligrosa si empezamos a opinar sobre temas como la pena de muerte, la inmigración, los partidos políticos, el la democracia, etc, etc… En estos casos las opiniones que tengamos nos impulsarán a tomar una u otra decisión a la hora de actuar, y eso, nuestro comportamiento tomado decididamente, define lo que somos.

Uno puede tener interés o no en asumir un cierto control sobre las cosas que cree. Pero seremos más o menos libres en función a la decisión que tomemos. No deja de ser por tanto relevante intentar tener opiniones y conocer si han sido formadas adecuadamente o no, a fin de cuentas nadie puede decir que sabe algo si no ha llegado a ese conocimiento de un modo más o menos justificado (bueno… otro día comentamos la excelente crítica de Gettier sobre esta idea, el cual ha dedicado casi toda su obra a comentar este problema).

No existe, que yo conozca, ningún método eficaz para producir argumentos válidos; lo que sí existen son normas que, más o menos, uno debe observar para no producir un argumento inválido; estas normas intentan asegurar un debate racional, libre de coacciones psicológicas o de otra clase, en la que los interlocutores puedan expresar libremente sus opiniones de un modo coherente y defenderlas o retirarlas si han dejado de estar fundamentadas…

El incumplimiento involuntario de estas normas se llama paralogismo que suele tener la forma de un entimema, esto es la omisión de una premisa necesaria para la conclusión; por ejemplo, si expreso el siguiente argumento, que se compone de las siguientes premisas; 1 El Oceano Atlántico es azul; 2 El Océano Antártico es azul; 3 El Océano Índico es azul; 4 El Océano Pacífico es azul; 5 El Océano Ártico es azul; y como conclusión; C Todos los océanos son azules; estoy realizando un razonamiento entimemático dado que estoy presuponiendo que esos son los únicos océanos que existen en la tierra, habría que añadir esto como una nueva premisa para que el argumento fuera correcto. Por el contrario el incumplimiento deliberado de estas normas se llama falacia. La sistemática más trabajada sobre las falacias ha sido expuesta por la escuela de la Pragma-Dialéctica.

Comentaremos los diez principios que ha propuesto Van Eemeren y pondremos en este primer artículo un ejemplo sobre los 5 primeros.

1. Principio de Libertad: Las partes no deben impedirse el presentar puntos de vista o ponerlos en duda. Infracción de la regla: Poniendo límites a los puntos de vista o a las dudas que pueden ser expresadas. Restringiendo la libertad de acción de algunas de las partes.

Es claro que un argumento como «Vení que te reviento la cabeza, ¡Oligarca puto!» no es la mejor forma de participar en un debate, a pesar de que así se haya hecho en el Parlamento Urugayo, por poner uno de tantos tristes ejemplos (conste que desconozco la situación en la que este altercado se produjo, pero no parece un argumento legítimo desde el punto de vista de la retórica). Evidentemente uno no puede argumentar cuando otro le está apuntando a uno con una pistola en la cabeza; tampoco con un zapato; aunque haya veces que sacar los zapatos sea necesario, precisamente cuando a uno le están impidiendo hablar . Es cierto que estos casos mencionados son excepcionales, pero este principio también se rompe con determinados argumentos que tienden a impedir el libre juego de las opiniones del otro. Son casos claros cuando se utilizan expresiones como «Sólo un idiota podrá negar que…». También, creo yo, estamos en uno de estos casos cuando uno hace alusión a datos que no pueden ser comprobados por el otro, aún cuando sean verdaderos; ya que el otro no tiene toda la información que necesita para contra argumentar; sobre todo cuando se citan datos estadísticos que no han sido debidamente interpretados. Ya se sabe hay «Mentiras, grandes mentiras y estadísticas» [Benjamín Disraeli]. En realidad cualquier supuesto en el que una de las partes oculte información relevante para fundamentar su argumento, incurre en un entimema. Nos comentaba, en su clase Luis Vega que la Reina Iseo, que había cometido adulterio con Tristán, se sometió a un procedimiento particular para limpiar su nombre, en concreto a un juramento público. En esa época un juramento ante Dios era Sagrado; por lo tanto la Reina Iseo no podía mentir; así que ideo una inteligente estratagema. Pidió a Tristán, su amante, que se disfrazara de mendigo y mandó colocar el estrado en una zona de difícil acceso que estaba rodeada por un regato. Cuando llegó la hora de prestar el juramento le pidió al mendigo (que como nosotros sabemos era el mismo Tristán) que le ayudara a cruzar el regato, así lo hizo el mendigo subiéndola a sus hombros ante la vista de todos; cuando la Reina formuló su juramento lo hizo con las siguientes palabras «Pongo a Dios por testigo y juro por la salud de mi alma que jamás ningún hombre ha estado entre mis muslos, salvo el Rey Marc mi esposo, y ese del que ahora me he servido para cruzar el vado.»

2. Principio de la carga de la prueba. La parte que presenta un punto de vista está obligado a defenderlo si la otra parte se lo requiere. Infracción de la regla: Alguien trata de evitar la obligación de defender el punto de vista. En su forma más radical se invierte la carga de la prueba.

Esta es probablemente el principio más vulnerado en los debates políticos, la inversión de la carga de la prueba, es un caso clásico; el que afirma algo (el que interpone una demanda, por ejemplo) tiene la obligación de demostrar que lo que dice es cierto. Así que un argumento como «Bueno yo ya he puesto la demanda ahora ustedes tienen que demostrar que esa demanda es falsa» es un argumento falaz. Yo considero que también se incurre en este tipo de falacia cuando se solicita una probatio diabólica, esto es la prueba de unos hechos negativos «Pruebe usted que nunca en su vida ha puesto el pie bajo aquel árbol» (Esto parece muy difícil de probar, sino imposible). Normalmente está relacionado con el supuesto anterior y lo complementa (en ocasiones precisamente puede invertirse la carga de la prueba por razones de facilidad/imposibilidad probatoria) ¿Como prueba Marge que no es una bruja (vid minuto 1′)? (dicho sea de paso el absurdo procedimiento que utilizan para demostrarlo existió de verdad se llamaron ordalías o juicios de Dios. Nuestra profesora de Historia del Derecho nos comentaba una de estas pruebas «Se tiraba a la persona al agua atada de pies y manos, si se ahogaba es que no era un hereje e iría al cielo, si sobrevivía era que el agua la rechazaba porque era hereje luego había que ajusticiarla»)

3. Principio de la regla del punto de vista. El ataque de una parte en contra de un punto de vista debe referirse al punto de vista que realmente ha sido presentado por la otra parte. Infracción de la regla: El punto de vista atacado no es el que fue propuesto por el protagonista.

Este es un tema conocido en las discusiones de bar, uno empieza diciendo que «los toros son un caso de maltrato animal» y el otro acaba contestando que el «El estado tiene la obligación de defender la cultura». O en las aulas, «No me suspenda profe porque sinó el año que viene tengo que repetir curso». Otro caso nos lo dan los geniales Monty Python, pues argumentar que «No debo ser detenido porque tengo familia; esposa y seis hijos y espero que no me quiten mi libertad porque … es más preciosa que un bálsamo bendito» Evidentemente no es un argumento que se refiera a la acusación (que en este caso, una multa de tráfico…)

4. Principio de Relevancia. Una parte sólo puede defender su punto de vista presentando una argumentación que esté relacionada de modo relevante con ese punto de vista. Infracción de la regla: Argumentación Irrelevante; la argumentación no tiene relación con el punto de vista. No Argumentación; el punto de vista es defendido por otros medios distintos de la argumentación.

También es un caso típico en las tabernas, tenemos un ejemplo claro que vulnera las dos al mismo tiempo el infalible y nunca denostado «¡Porque lo digo yo!» Son típicos también los casos de los anuncios, de hecho la mayoría de los anuncios incurren en este tipo de falacias; no te aconsejan que adquieras un determinado producto expresando las razones por las que este producto es mejor que otro, sino que simplemente te lo presentan de una forma atractiva. Casos como el de «Esta bebida te da alas» o el de «Sabe a mixta» o este anuncio «¿No es precioso lo que se puede hacer con las manos?» (conste que el anuncio está muy bien pero…. Evidentemente eso no es un buen argumento.)

5. Principio de la premisa implícita. Se relaciona con el hecho de que en el lenguaje cotidiano todo tipo de cosas se expresan sólo indirectamente._Infracción de la regla_: Magnificar la premisa implícita; al exagerar la premisa implícita se hace más fácil de atacar el punto de vista. Negar una premisa implícita; una parte no puede negar una premisa que ella misma ha dejado implícita.

Este es uno que utilizan mucho los políticos, la idea de magnificar la premisa implícita «Su propuesta de ley sugiere que se deje entrar a los presos por una puerta y se les permita la salida por la otra». O presumir intenciones en el otro que son una exageración o una simplificación de lo impícito; decir que la prohibición de los toros en Cataluña es un intento de romper España, no parece ser un buen argumento. Otro ejemplo que creo que se podría citar para la Negación de una premisa implícita lo podemos construir con una anécdota que contaba mi abuela sobre Emilio Castelar. Parece ser que algún diputado le había criticado argumentando que «qué tipo de seriedad puede atribuírsele a un hombre que llevaba los calzoncillos a rayas» (desconozco porqué conocía ese dato, pero parece ser que era un rumor que se había lanzado) el caso es que Castelar contestó en el Congreso, con un «Lamento que su Señora sea tan indiscreta» En este momento estaba dejando una premisa implícita, ¿no hace falta que la explique verdad? El caso es que imagino que el asunto debió levantar un gran revuelo así que el otro diputado se apresuraría a alzar la voz y protestar por semejante insulto tácito. No sé cómo continuaría el debate pero si Castelar hubiera dicho «yo nunca dije tal cosa» es claro que está negando una premisa que ha dejado implícita.

Dejo para otro día los otros 5 principios de Van Eemeren de una buena argumentación.

 

Foto de Sergio Alvarez (tranchis) en Flickr