Wittgenstein, Kripke y la calculadora de Google

 

Creo que hace siglos que no escribo en el blog… mejor no lo compruebo porque me asusto seguro. La cuestión es que he estado bastante ocupado con un máster que está exprimiendo mis neuronas hasta límites que no había imaginado, el problema que os presento hoy es precisamente uno de esos problemas con los que uno puede estrujarse el cerebro (supongo que el área de Brocca) lo suficiente como para que no le queden ganas de más problemas filosóficos.

Este problema tiene relación con una cuestión más general que es preciso comprender para comprender qué es lo que se está planteando. Esta cuestión es el debate en torno a una sencilla y sorprendente pregunta ¿Cual es el significado de significar? Creo recordar que este es justamente el comienzo de los cuadernos Azul y Marrón de Wittgenstein, la intuición que tuvo este autor en una obra posterior al responder esta pregunta fue que el significado, el lenguaje en general, es normativo.

De momento todavía nos enontramos lejos de entender esta consideración. Una intuición parecica podemos tener todos si pensamos lo siguiente; una patata se llama «patata» por una cuestión más o menos convencional (no es que haya habido un referendum ni unos seres racionales debatiendo sobre si un cienpies debe llamarse «setentaycuatropies» simplemente es una especie de costumbre y no toda costumbre deriva de un acuerdo, por ejemplo: ¿te has parado a pensar porqué sueles ir siempre por las misma ruta?) esto no es lo que quiere decir Wittgenstein; no niega eso, claro; pero sus afirmaciones atañen a algo más grave. Mucho más grave. Lo que es normativo no es sólo el uso de un término para designar un significado conocido por todos, lo normativo es ya mismo el significado.

Pero claro, volvemos al principio ¿y cual es el significado de «significado»? Provisionalmente podemos jugar con la idea de que «significado» es lo que tenemos en la cabeza cuando decimos una expresión con sentido (no utilizo necesariamente este término en sentido fregeano) si yo digo (1) «El cienpiés tiene setenta y cuatro piés» intento comunicar un pensamiento (lo que sea que se esté diciendo con esta expresión), ese pensamiento es el significado de (1). Más o menos podemos aceptar algo así ¿no? Es algo bastante intuitivo. ¿Pero qué tipo de cosa es este pensamiento? ¿Cómo es que lo tengo en la cabeza y lo paso a otras cabezas?

Bueno yo puedo comprender lo que es un cienpiés, quizás tengo una especie de fotografía mental en mi cabeza sobre un cienpiés y puedo comprender también lo que es un concepto como «X tiene setenta y cuatro piés» (pongase en «X» lo que se quiera) y eso lo comprendo porque a su vez comprendo los términos en los que se puede descomponer de un modo similar, más o menos esto es una cuestión léxica. Además, para comprender (1) de algún modo tengo que tener también un conocimiento de la gramática; sé que «Cienpiés» es un nombre y se refiere a un objeto (en fin) y que «tiene» es un verbo y que «setenta y cuatro piés» es algo que se predica del nombre.

No es lo mismo creer que sabemos algo que saberlo, el caso es que en este punto nuestra intuición puede ser sólamente algo que creemos saber. Para comprobarlo podemos seguir haciendo preguntas. Si es cierto que comprendemos el término ciempies porque tenemos una fotografía mental de un cienpies, es más, si el significado de «ciempiés» es esa fotografía mental, entonces ¿es una foto mental que está en mi cabeza o es una foto mental a lo platón que no está en ningún sitio? Vamos a descartar lo de platón por raro, raro… ¿Pero que hay de la otra opción? ¿Cómo puedo estar seguro de que la fotografía que tengo yo es la misma fotografía que tienes tu? Es decir, a fin de cuentas ¿Cómo puedo saber que la palabra «ciempiés» dicho por mí significa lo mismo que dicho por ti? Bueno no puedo saberlo, así que es incluso más sencillo considerar que el significado de la palabra «ciempies» es todos y cada uno de los ciempiés que he visto; la cuestión es mucho más grave.

Uno puede pensar que está justificado a algo cuando no lo está necesariamente. Veamos, ¿Puede alguien estar justificado a decir que si yo digo «ciempiés» quiero significar una cierta foto mental o incluso todos y cada uno de los ciempiés que he visto en mi vida? En este último caso ¿Estoy yo justificado a llamar «ciempiés» a un cienpiés que nadie ha visto nunca sólo porque se parece a otros seres que he visto anteriormente y a los que he llamado «cienpiés»? Wittgenstein dice que no; veamos la explicación de Kripke, en su libro «Wittgenstein: A propósito de reglas y el argumento contra el lenguaje privado«:

Supongamos, por ejemplo, que “68+57” es un cálculo que no he realizado nunca hasta ahora (…) Realizo el cálculo y obtengo, por supuesto, la respuesta “125” (…) Ahora supongamos que me encuentro con un escéptico extravagante. Sugiere que, quizá, según utilicé el término “más” en el pasado, ¡la respuesta que hace un momento me propuse dar a “68+57” debiera haber sido “5”! (…) En el pasado me di a mí mismo sólo un número finito de ejemplos instanciadores de esta función. Todos ellos, hemos supuesto, envolvían números más pequeños que 57. Por tanto, en el pasado tal vez utilicé “más” y “+” para denotar una función que llamaré “cuás” y simbolizaré mediante “*”.

Se define así:

x * y = x+y, si x, y < 57

= 5, en otro caso

Quizá lo que todos llegamos a pensar lo primero es que esto es una absoluta estupidez (por no decir otra cosa) del tocapelotas de Wittgenstein o Kripke o el que dijera esto… Estamos seguros de que 68+57 = 125. Ya; pero lo cierto es que la posición del escéptico no es nada facil de superar. ¿Qué es lo que me ayuda a responder si nunca he realizado la suma? Bueno, lo primero que se nos ocurre es que hemos aprendido una especie de fórmula, la fórmula de la adición. ¿Pero qué significa entender esa fórmula? ¿Es tener un mecanismo en la cabeza? ¿Es tener de golpe todos los resultados en la cabeza de todas las adiciones posibles….? Esto último lo dudo mucho. Bien, es como tener un mecanismo en la cabeza, un algoritmo, por ejemplo, ¿Pero porqúe he de seguir ese algoritmo? Seguro que un buen matemático es capaz de encontrar distintos algoritmos que expliquen una misma serie de números (o un conjunto de resultados). Vamos a ponernos en la metáfora más clara, la del programa de ordenador, es como un programa de ordenador; esos nunca fallan. Bueno el ordenador puede tener un bug (hay que darse cuenta de que si puede tenerlo, entonces, sólo con que se de esa posibilidad, el problema ya está vigente) pongamos que este bug hace que justo al llegar a “68+57” me da como resultado 5; o puede que no y me de “125” pero que si sigue ejecutándose el programa llegue un momento que se recaliente y me de un resultado no estándar, entonces diré “se ha confundido” ¿Pero porqué eso es un error mientras la respuesta que dio a “68+57” es correcta? (es decir ¿cómo sé que es un bug, o cómo sé que no es un bug?).

Muchos estarán pensando, bueno eso del bug es una tontería, un ordenador no puede confundirse, seguro que los informáticos ya están con una sonrisilla en el rostro. Hay muchos ejemplos de lo contrario. Un ejemplo llamativo es el siguiente; como es sabido el buscador Google tiene una función calculadora, sin duda esta calculadora está basada en un algoritmo, pero este algoritmo se confunde al hacer una sencilla resta que hasta un niño de 5 años podría hacer; “1111111111111111-1111111111111110” a Google esta resta le da como resultado “0”. Todos sabemos que un número menos el mismo número al que le hemos restado uno no da cero sino el uno que le hemos restado. Vaya, si se equivoca el todopoderoso Google la cosa cambia…

No voy a explicar la respuesta de Kripke a este problema, hay numerosos artículos en google (si os fiáis) sobre el tema.