Hoy, ahora, son las 9:30 y el sol sale ya con medio rostro despierto, hay una mancha blanca en el cielo, como esas que dejan algunos aviones al pasar. Todo está tranquilo, transitan algunos camiones con su sonido monótono. Se presiente la triste vanidad del asfalto que bosteza todavía, con esa desgana del «Aún no me quiero levantar». Pontevedra amanece siempre despacito, no hay aquí ese ajetreo de las grandes ciudades. Los coches se trasladan como con cuidado, al menos al principio, como si dentro aún estuvieran l@s conductor@s tejiendo su rostro para parecer despiertos. Ya se ve gente caminando por la calle, poca gente, tampoco exageremos; y el sol, que ahora ya casi rebosa por encima de la montaña, me llama en los ojos para decirme que es hora, ya, de ponerse a trabajar.