
Imagen de http://images.memorix.nl **[Uxío PR]** Volviendo a mi casa, en solitario, de otro modo nunca me habría puesto a pensar en estas cosas, me fijé en un hombre de los que ahora llaman “sin-techo”, que se acurrucaba con timidez entre un buzón de correos y una señal de prohibido aparcar, en frente de un escaparate con una enorme pantalla de plasma en la que puede verse el fútbol. Para ese hombre probablemente ese escaparate es lo mejor que le ocurre en toda la semana.Los goles, su mayor alegría. Acurrucado en la calle, procurando no molestar a nadie, ve el partido entre las piernas de los viandantes que pasan. Evidentemente no puede escuchar ningún comentario ni sonido del partido, pero al menos puede verlo en una pantalla de última generación; a ver cuántos podemos decir eso. En ese momento, reparo en otro hombre que parece conocerle; le pregunta cómo van, responde que cree que empatados, al pasar veo que el precio del televisor (de cuatro cifras) impide ver el marcador, lo que puede hacer que te desorientes a la hora de decir el resultado. Una vez a la semana, durante noventa minutos, nadie se atreve a pararse delante del escaparate. El hombre está en pleno derecho de ver el partido, porque no pueda pagar una cerveza no va a quedarse sin disfrutarlo, ahí no molesta a nadie. Siguiendo de camino a casa, veo a un chaval haciendo ruido y caballitos con una moto de las caras, más cara que aquella televisión en la que no se puede ver el marcador y pienso “Maldita la suerte de algunos”.