Comentario a “Plegaria Para Piromanos” de Eloy Tizón.
En esta obra Tizón hace gala de todos sus recursos narrativos. El libro se nos presenta como un juego literario en el que tienes que participar o te quedas fuera.
Reconozco que no me suelen gustar las obras metaliterarias. No me gusta la literatura por la literatura, me parece un ejercicio intelectual que puede resultar interesante pero que no suele calarme.
En este caso hay cosas que me han interesado y otras que no.
Me ha interesado el juego con las voces. Tizón es un maestro en eso. El narrador juega a entrometerse entre los personajes, les dice lo que deben hacer, cómo deben ser, les interrumpe en su monólogo interior. Sobre todo en el segundo relato.
Debo decir que hay cierta homogeneidad en la voz narrativa. Destaca el uso de la segunda persona, con imperativos, juegos con los tiempos. Hay Muchas repeticiones, y un estilo bastante marcado, con cierto desorden buscado, frases inconclusas, rupturas, círculos viciosos y mucha enumeración. Sobre todo en los relatos ‘El fango que suspira” y “Anisopteros”. Aquí no hay una búsqueda de la belleza, sino más bien de una coherencia de tono, un tono muy personal, a veces crudo, otras veces poético, pero siempre como suelto del mundo.
Además de con las voces pasa algo con el mundo. En estos dos relatos los personajes son como voces fantasmales fuera del tiempo. En este sentido, me ha recordado un poco a la sensación de algunos pasajes de Pedro Páramo. No hay concreción en los detalles del mundo, todos están como flotando en un recuerdo, de ahí la reiteración y los bucles. “Anisopteros” crea un diálogo extraño en un contexto desubicado. Un poco irreal, donde se mezcla el recuerdo con la interpretación de las cosas. Con su reinterpretación.
El uso de la repetición está presente también en “Agudeza” pero sobre rudo en “Dichosos los ojos” en donde se hace una enumeración de lugares que entra como en un trance. Y otra vez vuelve a ser una relación extraña con el mundo, es como si el narrador hubiera perdido el contacto con las cosas, como si estuviera fuera de ellas, recordándolas desde la distancia.
Otra cosa interesante es el uso de la anécdota, del recuerdo, el mundo está como recuerdo, como anécdota. En ocasiones tiene más contenido de realidad, como en “Ni si quiera monstruos “ pero aún así los recuerdos están sujetos a revisión.
Murió sin molestar a nadie, a una hora conveniente para todo el mundo.
O lo asesinaron dispárandole con una pistola de clavos.
En otra versión de la historia todavía vive.
Creo que esta obra es una meditación sobre la literatura, sería como una poética si estuviera en verso.
Otra cosa es que yo no esté conforme con esa visión de la literatura, porque es una literatura desrealizada, y es lo que no me gusta del libro, esa visión triste, de un mundo que no tiene realidad. Porque nuestro mundo, el de cada uno, bien puede tenerla o no tenerla. Y esta visión nos quedamos con un mundo un poco absurdo, como en la obra de teatro de Becket. Los dos relatos más largos, sobre todo “Anisopteros” me recuerdan un poco al ambiente de Waiting for Godot. Y es está sensación la que me dificulta la lectura, es un ambiente irreal y deprimente.
Hay otros relatos, en los que aunque todavía se destila un poco de esa visión, el menos la belleza de la narrativa de Tizón te ayuda a seguir
La literatura es algo así, para Tizón, lo único que nos ayuda a sobreponernos, a la irrealidad es la belleza.
un grupo de amigos se reunía en el salón de una villa en el campo para escuchar grabaciones de sonidos de la naturaleza: la lluvia, el trueno, el viento entre los árboles, los pájaros. ¿Sabes a cuál me refiero? La paradoja residía en que habrían bastado unos pocos pasos para salir al aire libre y disfrutar directamente de todos esos sonidos